Cornell pasó la mayor parte de su vida en una casa de madera
en Queens, New York, con su madre y su hermano discapacitado, Robert. Desde allí,
este artista solitario, hacía excursiones de descubrimiento, cual trapero, rebuscando
reliquias del pasado en los chamarileros y los mercadillos de New York. Para
Cornell, esos objetos eran estratos de memoria reprimida, un revoltijo de
elementos esperando a ser ensamblados unos a otros.
En el estudio, ordena sus hallazgos en sus excéntricas
categorías: “Arañas”, “lunas”etc y las archiva junto con cajas de sus propios
recuerdos.
Con todo esto el monta sus famosas cajas.
Juguetea con ellas durante años. Su objeto “Rosa de los
vientos” lo comienza en 1942 y no lo termina hasta 1953. Está lleno de emblemas
de los viajes que Cornell nunca hará: Una caja pequeña de olas momificadas y
costas exóticas, penínsulas, planetas y otras cosas puestas en compartimentos,
con un panel abatible que contiene 21 brújulas, cada una con su aguja apuntando
en una dirección diferente a la de su vecina. Incluso el mapa de la tapa, cortado de una
carta de navegación alemana del siglo XIX, muestra una costa muy remota: la de la
Gran Bahía Autraliana.
En sus comienzos, en los años 30, se acerca al Surrealismo. Cornell
estuvo muy influenciado por los collages de grabados de acero victoriano de la
serie “La mujer 100 cabezas” de Max Ernst. Aunque esta imaginería es típica del
surrealismo Cornell distinguía entre lo que él llamaba el lado de magia blanca
de Max Ernst del surrealismo y sus otros aspectos más oscuros y violentos.
Cornell adoptó lo primero pero no lo segundo. Él no compartió las fantasías
revolucionarias de los Surrealistas o sus obsesiones eróticas. La imaginería de
Cornell tiene que ver con la infancia. La mayor violencia que se permitía era
resquebrajar el panel de vidrio que protegía los contenidos de la caja. Ese cristal,
la “cuarta pared” de su teatro en miniatura, es también el diafragma entre dos
mundos opuestos. Fuera, caos, accidente y libido, los objetos de la vida
desguarnecida. Dentro, sublimación, memoria y paz, uno de cuyos emblemas
principales fue el pájaro enjaulado, el residente inocente del Hotel Eden (1045).
Cornell pasó la mayor parte de su vida en una casa de madera
en Queens, New York, con su madre y su hermano discapacitado, Robert. Desde allí,
este artista solitario, hacía excursiones de descubrimiento, cual trapero, rebuscando
reliquias del pasado en los chamarileros y los mercadillos de New York. Para
Cornell, esos objetos eran estratos de memoria reprimida, un revoltijo de
elementos esperando a ser ensamblados unos a otros.
En el estudio, ordena sus hallazgos en sus excéntricas
categorías: “Arañas”, “lunas”etc y las archiva junto con cajas de sus propios
recuerdos.
Con todo esto el monta sus famosas cajas.
Juguetea con ellas durante años. Su objeto “Rosa de los
vientos” lo comienza en 1942 y no lo termina hasta 1953. Está lleno de emblemas
de los viajes que Cornell nunca hará: Una caja pequeña de olas momificadas y
costas exóticas, penínsulas, planetas y otras cosas puestas en compartimentos,
con un panel abatible que contiene 21 brújulas, cada una con su aguja apuntando
en una dirección diferente a la de su vecina. Incluso el mapa de la tapa, cortado de una
carta de navegación alemana del siglo XIX, muestra una costa muy remota: la de la
Gran Bahía Autraliana.
En sus comienzos, en los años 30, se acerca al Surrealismo. Cornell
estuvo muy influenciado por los collages de grabados de acero victoriano de la
serie “La mujer 100 cabezas” de Max Ernst. Aunque esta imaginería es típica del
surrealismo Cornell distinguía entre lo que él llamaba el lado de magia blanca
de Max Ernst del surrealismo y sus otros aspectos más oscuros y violentos.
Cornell adoptó lo primero pero no lo segundo. Él no compartió las fantasías
revolucionarias de los Surrealistas o sus obsesiones eróticas. La imaginería de
Cornell tiene que ver con la infancia. La mayor violencia que se permitía era
resquebrajar el panel de vidrio que protegía los contenidos de la caja. Ese cristal,
la “cuarta pared” de su teatro en miniatura, es también el diafragma entre dos
mundos opuestos. Fuera, caos, accidente y libido, los objetos de la vida
desguarnecida. Dentro, sublimación, memoria y paz, uno de cuyos emblemas
principales fue el pájaro enjaulado, el residente inocente del Hotel Eden (1045).
Cornell pasó la mayor parte de su vida en una casa de madera
en Queens, New York, con su madre y su hermano discapacitado, Robert. Desde allí,
este artista solitario, hacía excursiones de descubrimiento, cual trapero, rebuscando
reliquias del pasado en los chamarileros y los mercadillos de New York. Para
Cornell, esos objetos eran estratos de memoria reprimida, un revoltijo de
elementos esperando a ser ensamblados unos a otros.
En el estudio, ordena sus hallazgos en sus excéntricas
categorías: “Arañas”, “lunas”etc y las archiva junto con cajas de sus propios
recuerdos.
Con todo esto el monta sus famosas cajas.
Juguetea con ellas durante años. Su objeto “Rosa de los
vientos” lo comienza en 1942 y no lo termina hasta 1953. Está lleno de emblemas
de los viajes que Cornell nunca hará: Una caja pequeña de olas momificadas y
costas exóticas, penínsulas, planetas y otras cosas puestas en compartimentos,
con un panel abatible que contiene 21 brújulas, cada una con su aguja apuntando
en una dirección diferente a la de su vecina. Incluso el mapa de la tapa, cortado de una
carta de navegación alemana del siglo XIX, muestra una costa muy remota: la de la
Gran Bahía Autraliana.
En sus comienzos, en los años 30, se acerca al Surrealismo. Cornell
estuvo muy influenciado por los collages de grabados de acero victoriano de la
serie “La mujer 100 cabezas” de Max Ernst. Aunque esta imaginería es típica del
surrealismo Cornell distinguía entre lo que él llamaba el lado de magia blanca
de Max Ernst del surrealismo y sus otros aspectos más oscuros y violentos.
Cornell adoptó lo primero pero no lo segundo. Él no compartió las fantasías
revolucionarias de los Surrealistas o sus obsesiones eróticas. La imaginería de
Cornell tiene que ver con la infancia. La mayor violencia que se permitía era
resquebrajar el panel de vidrio que protegía los contenidos de la caja. Ese cristal,
la “cuarta pared” de su teatro en miniatura, es también el diafragma entre dos
mundos opuestos. Fuera, caos, accidente y libido, los objetos de la vida
desguarnecida. Dentro, sublimación, memoria y paz, uno de cuyos emblemas
principales fue el pájaro enjaulado, el residente inocente del Hotel Eden (1045).
Joseph Cornell (Nueva York, 1903-1972) artista y escultor
norteamericano, pionero del arte de assemblage (montaje), cineasta
experimental, considerado como el primero de los surrealistas norteamericanos.
Cornell pasó la mayor parte de su vida en una casa de madera
en Queens, New York, con su madre y su hermano discapacitado, Robert. Desde allí,
este artista solitario, hacía excursiones de descubrimiento, cual trapero, rebuscando
reliquias del pasado en los chamarileros y los mercadillos de New York. Para
Cornell, esos objetos eran estratos de memoria reprimida, un revoltijo de
elementos esperando a ser ensamblados unos a otros.
En el estudio, ordena sus hallazgos en sus excéntricas
categorías: “Arañas”, “lunas”etc y las archiva junto con cajas de sus propios
recuerdos.
Con todo esto el monta sus famosas cajas.
Juguetea con ellas durante años. Su objeto “Rosa de los
vientos” lo comienza en 1942 y no lo termina hasta 1953. Está lleno de emblemas
de los viajes que Cornell nunca hará: Una caja pequeña de olas momificadas y
costas exóticas, penínsulas, planetas y otras cosas puestas en compartimentos,
con un panel abatible que contiene 21 brújulas, cada una con su aguja apuntando
en una dirección diferente a la de su vecina. Incluso el mapa de la tapa, cortado de una
carta de navegación alemana del siglo XIX, muestra una costa muy remota: la de la
Gran Bahía Autraliana.
En sus comienzos, en los años 30, se acerca al Surrealismo. Cornell
estuvo muy influenciado por los collages de grabados de acero victoriano de la
serie “La mujer 100 cabezas” de Max Ernst.
Aunque esta imaginería es típica del
surrealismo Cornell distinguía entre lo que él llamaba el lado de magia blanca
de Max Ernst del surrealismo y sus otros aspectos más oscuros y violentos.
Cornell adoptó lo primero pero no lo segundo. Él no compartió las fantasías
revolucionarias de los Surrealistas o sus obsesiones eróticas. La imaginería de
Cornell tiene que ver con la infancia. La mayor violencia que se permitía era
resquebrajar el panel de vidrio que protegía los contenidos de la caja. Ese cristal,
la “cuarta pared” de su teatro en miniatura, es también el diafragma entre dos
mundos opuestos. Fuera, caos, accidente y libido, los objetos de la vida
desguarnecida. Dentro, sublimación, memoria y paz, uno de cuyos emblemas
principales fue el pájaro enjaulado, el residente inocente del Hotel Eden (1045).
Joseph Cornell es otro de esos artistas traperos, “coleccionistas
de lo extraño, de la basura, de lo inútil”, un artista de los objetos hallados.
Sus cajas son poemas visuales.
Cornell ha sido alabado internacionalmente por sus cajas, sus collages y sus películas desde los años 30. Su investigación sobre lugares y tradiciones remotos y su elegante integración del trabajo en madera, la pintura, el dibujo etc define la poesía visual asociada a su trabajo. Él alteró para siempre el concepto de caja convirtiéndolo en una nueva forma de arte.
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